El desaparecido Campo Hípico, una evocación "a salto de mata"

Las viejas gradas del hipódromo de la capital jiennense construido hace ahora setenta años, sobreviven alrededor del nuevo centro de salud de la Alameda
Quienes peinan canas seguro que recuerdan las jornadas hípicas en el campo al que daba nombre el teniente general jiennense José Cuesta Monereo (1895-1981).
Un espacio que procuraba esparcimiento a los aficionados al deporte del caballo y que, en plena feria de octubre, se convertía en epicentro no solo de los incondicionales del salto equino sino, también, de la chiquillería encantada de la vida de ver a tan hermosos ejemplares en una ciudad acostumbrada a los burros de penosa carga durante los días de interminable obra.
Sí, Jaén tuvo un campo hípico que abrió sus puertas hace, en 2025, nada más y nada menos que siete décadas y que las cerró definitivamente (tras un largo estertor) a principios del XXI, cuando asomarse al evocador 'balcón' aledaño al auditorio procuraba ya, únicamente, la visión nostálgica de un escenario deportivo que antes había sido cementerio, mucho antes huerto de un convento, más tarde abismo bajo un local de copas, parquin inacabado (un proyecto en ruinas, que diría Ortega) y ahorita, vestigio entrañable.
Ahí están las gradas vacías, pobladas de maleza, que recuerdan aún su destino original, gregarias supervivientes remolonas de un tiempo ya imposible que, a día de hoy, las convierte en ruinas alrededor del flamante centro de salud de la Alameda.
Un diseño (el del hípico, no el del ambulatorio) salido del magín de aquel arquitecto municipal que fue Antonio María Sánchez, el mismo que se cuajó el refugio antiaéreo de Santiago en la cripta de la antigua parroquia, la última fachada del Ayuntamiento y un montón de proyectos más.
Tan jaenero él, que se hizo socio de la tertulia del Portalillo y tan moderno para su época que salía en todas las fotos del grupo que él mismo tomaba con su cámara: ahí queda eso.
Siempre se ha dicho que los caballos tienen una memoria asombrosa: debe de ser así, porque en el antiguo Campo Hípico de Jaén, si se le abren los oídos al alma jaenera, todo es relincho.
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