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"Me hubiera encantado dedicarme a la restauración"

"Me hubiera encantado dedicarme a la restauración"

Por Javier Cano - Mayo 04, 2025
Compartir en X @JavierC91311858

Así como el barrio de los Pescadores fue la patria creativa de Sorolla, La Alcantarilla lo es de Bartolomé Castro Duro (Jaén, 1965). Un reconocido pintor y docente que rezuma compromiso con el sur jaenero hasta el punto de haberse convertido ya, como Kavafis, en sombra misma de esa la ciudad alcantarillera.

Hermano mayor saliente de La Estrella (su cofradía vecina), hoy responde al Zoom de Lacontradejaén en los poyetes del parque de la calle Rafael Ortega Sagrista, paréntesis ocioso de sus paisajes más sentimentales.

—Nació usted en la calle Jorge Morales, en la casa de don Pío Aguirre, donde se sitúa la leyenda del Cristo de Limpias, y ahora, a sus sesenta primaveras, vive en la antigua Recogidas, con estación cotidiana en la Plaza de la Purísima Concepción, donde tiene su casa de hermandad La Estrella. ¡Vamos, que más de La Alcantarilla no se puede ser! 

—Nací en Jorge Morales, sí, y luego me vine a García Requena, al final de la calle. 

—Y en 1965... O sea, que estrena década este año... ¿Hay crisis de los sesenta en su vida, o ni por asomo?

—A los cuarenta y a los cincuenta no me di cuenta, pero conforme vas cumpliendo años te vas dando cuenta de que va quedando menos, ya la historia cambia. 

—Pero eso no es crisis, señor Castro, eso es canguelo.

—No es crisis, no [ríe]

—Tres facetas envuelven su existencia: pintor, cofrade y docente. ¿Se queda alguna en el tintero?

—No.

—El pintor: ¿es de dinastía, o fue el primero en sacar los pies del plato en la casa de los Castro Duro?

—Soy la oveja negra de la familia; bueno, tengo una tía que pinta, aficionada, que me introdujo en esto de la pintura. Yo sentía curiosidad, sobre todo, cuando veía algunos cuadros colgados en las paredes, y me preguntaba por la técnica; ella fue quien me orientó en eso de las técnicas. Pero hasta prácticamente los dieciocho años, yo no pisé ni una escuela de arte. Entré en Artes y Oficios, precisamente, justo antes de irme a hacer la carrera de Bellas Artes en Sevilla.  

—¿Qué título se llevó de la actual 'José Nogué'?

—No, no, estuve unos meses, en unos cursos que daban; aquel año entrábamos un poquito más tarde en la universidad, y aproveché. 

—Tenía más o menos clara su vocación, entonces.

—Bueno, yo empecé Biológicas, pero estando estudiando me di cuenta de que lo que realmente me gustaba era lo que al final hice. 

—¿Se ha arrepentido de ese salto mortal, o está convencido de que acertó al optar por los estudios artísticos?

—No me he arrepentido, no.

—A lo mejor le advirtieron que Bellas Artes podía tener menos salidas...

—Eso sí.

—¿Tenían razón quienes se lo advirtieron?

—A ver: cuando estaba yo en el Bachillerato, recuerdo que los profesores que había de Dibujo iban desfilando de la privada a la pública, y no me equivoqué, porque fue terminar y empezar directamente a trabajar en la enseñanza. 

—¿Secundaria, universitaria...?

—En la Enseñanza Secundaria y en la Universidad Popular de Jaén, en la que estuve durante muchos años. Allí conocí a Juan del Arco, que llevaba todo el tema creativo, tuvimos muy buena relación y aún la mantenemos.

—¿Compaginaba ambas enseñanzas, la del instituto con la UPM?

—Empecé en la Universidad Popular y, una vez que saqué plaza en la enseñanza pública dejé, lógicamente, la UPM.

—Mucha gente pasó por aquellos talleres de dibujo del caserón del Gran Eje, muchos cursillistas lo recuerdan por eso, ¿verdad?

—Fue un taller que prácticamente lo creé yo allí: tenía que ser no solo enseñante, sino también psicólogo, era un taller al que iba mucha gente mayor y alguna gente joven. Entonces prácticamente no había talleres de dibujo en Jaén, como ahora sí los hay el de Paco Carrillo y muchos compañeros. 

—¿Nunca se planteó desarrollar esos talleres desde el ámbito privado, en un momento en el que dice usted que era un camino poco transitado aún?

—Entonces no me lo planteé; hoy en día a lo mejor lo hubiera hecho. También me hubiera encantado dedicarme a la restauración; una amiga que hizo la carrera conmigo, restauradora (María José López de la Casa) me propuso en varias ocasiones asociarnos. Es una rama que siempre me hubiera gustado. 

—Quién sabe si no hubiera terminado restaurando usted imágenes de Pasión o de Gloria, otro mundo (el cofrade) en el que anda como Pedro por su casa.

—Podría ser, y me hubiera gustado mucho, pero empecé ya con el tema laboral y cuando empiezas...

—¿Y la docencia? ¿Vocación o salida profesional a mano?

—La docencia fue una salida circunstancial, no me ha desagradado nunca ser docente, pero sí es verdad que la enseñanza a chavales más pequeños es un poquito más costosa, y algunas veces ingrata; pero cuando das a alumnos de Bachillerato, por ejemplo, sí es cierto que muchos de ellos, aunque luego hagan carreras técnicas, te recuerdan e incluso te tienen cariño, te ven por la calle y se paran un rato a saludarte. 

—¿Por qué centros ha pasado como profesor, Bartolomé?

—Llevo quince años ya en el IES María Bellido de Bailén, pero he pasado por toda la provincia, aunque nunca me he alejado mucho. 

—¿Satisfecho con su trayectoria docente?

—Sí, sí, reconozco que sí, es algo que en cierto modo te da una seguridad; sí es cierto que luego, te pones a pintar y es cuando haces realmente lo que te apetece. 

—Tiene sesenta años: ¿se asoma ya a lo que viene en cuestión de cinco años (la jubilación, no otra cosa, faltaría más) con pánico o con un suspiro inminente de alivio entre los labios?

—[Ríe] Los de la enseñanza, afortunadamente, no tenemos que esperar tanto, nos podemos jubilar con más o menos sesenta años si hemos cotizado lo suficiente, yo quizás espera un poquito.  

—¡Ha dicho afortunadamente! O lo que es lo mismo, que no le va a venir largo eso de no tener que levantarse para ir a dar clase. 

—No me va a venir largo, no. Afortunadamente soy una persona que siempre se ha entretenido con miles de cosas: la pintura, la lectura, la Semana Santa... No soy de esas personas que se jubila y se aburre. También, el tema de la enseñanza me cae un poco pesado ya, el conflicto generacional, evidentemente, existe, y aunque con los chavales más mayores todavía intenta uno tener buen rollo, con los más jóvenes cuesta un poquito más. Pero bueno, se hace lo posible, se le echa paciencia y ya está. 

—¿Ese carácter cofrade suyo, señor Castro, le ha llevado a centrarse en una temática religiosa o pasionista a la hora de pintar?

—No, estoy abierto sobre todo al paisaje, que es lo que más he cultivado, tuve una beca de paisaje en la Fundación Rodríguez Acosta de Granada; el paisaje ha sido lo que más me ha motivado y me ha llamado la atención.

—¿Y el retrato? Quien entra a la parroquia de San Eufrasio y contemple al titular de la iglesia en una de sus paredes, está ante un retrato (idealizado, eso sí) del primer obispo de Jaén.

—El retrato es lo que más me cuesta; en muchas ocasiones, cuando buscas el parecido físico pierdes la impronta. Yo soy un pintor al que le gusta trabajar muy rápido, en ocasiones se acierta pero cuando no pasa, tiene algo de tortura. El paisaje, sin embargo, te da una libertad que no te dan otras temáticas. En cuanto a ese retrato de San Eufrasio, fue una cosa circunstancial. Estábamos trabajando en esa iglesia como colaboradores, recuerdo que iniciamos la celebración de las fiestas del barrio, y en pleno veinticinco aniversario de la parroquia, el sacerdote me preguntó si sería capaz de hacerlo y decidí probar. 

—Evoca usted aquellos años como colaborador en la parroquia: ¿es Bartolomé Castro Duro más hombre de Iglesia que de cofradía, viceversa o considera indisolubles ambos roles?

—Se unen las dos, yo entiendo que debe ser así. Desde que estaba novio con mi mujer colaborábamos con la parroquia; por entonces estaba funcionando ya la cofradía y empezaron a buscarme, pero me negué rotundamente. No estaba yo en esa onda, me gustaba pero veía que era un tiempo excesivo el que había que dedicar a la hermandad. Luego, al cabo del tiempo...

—Terminó siendo hermano mayor de La Estrella... 

—Fui costalero en el 82, el primer año que salió la procesión. Luego me fui a estudiar a Sevilla, ese tiempo estuve fuera y un poco quitado de en medio, pero luego volví y vi que no había más remedio que colaborar con alguna hermandad, así que me decidí por la de mi barrio. 

—Un cargo este en el que está en funciones, tras las recientes elecciones de la cofradía. 

—Sí: he estado seis años, me nombraron un día 3 de mayo, después vino la pandemia, que para mí y para los que me acompañaron se queda, eso fue muy complicado en el tema cofradiero, había muchas sensibilidades distintas, si eras atrevido quedabas mal con una parte y si no te atrevías, quedabas mal con otra. Yo intenté ser prudente siempre. 

—El hermano mayor de la pandemia y, también, del apagón.

—Sí, sí, me van a decir que soy gafe. 

—Hablando de la jubilación, líneas arriba respondía usted que la recibirá como un alivio. ¿Así deja también el cargo de máxima responsabilidad de su cofradía?

—En mi caso es un alivio; cuando un cargo te viene llevando pocos años en una hermandad, puedes aguantar más tiempo, pero cuando llevas veinticuatro años (como yo) en una junta de gobierno... 

—Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid: ¿qué balance hace Bartolomé Castro de la Semana Santa de Jaén 2025?

—Bueno, creo que para lo que se esperaba, ha estado bastante bien. Las hermandades van para arriba, intentan hacer las cosas cada vez mejor. Ha habido también comentarios...

—El temita de la entrada en la Catedral...

—Prefiero no opinar mucho de esto, pero sí es verdad que cuando se deja a gente fuera... En nuestro caso, la banda de música son todos cofrades de la hermandad, no son gente que contratas, así que si nos pasara y entraran los nazarenos, deberían entrar también. Pero no sé, quienes estuvieron allí me han dicho que la Cofradía de la Buena Muerte se portó muy bien, es lo que conozco por la banda nuestra y por la de Lopera. Pero como no estuve allí, prefiero no opinar. 

VÍDEO Y FOTOGRAFÍAS: ESPERANZA CALZADO

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